martes, 28 de diciembre de 2010

Todas las azafatas van al cielo

Me había olvidado de ella. Fue tan bonita aquella vez que casi juré no volverla a ver. Pero apareció: Ingrid Rubio.
Aquí, en la tierra, de blanco idiota, el mundo masculino no es tan obvio como parece, están también los congelados por el dolor y los que sólo hacemos señales. A los que la tierra nos enloquece, los que no sabemos adónde ir, los que sólo permanecemos de un modo particular y hubiésemos preferido la indispensable verdad, con la exactitud y frialdad mínima que viene de un médico, que verte desaparecer en el cielo (o en el mar). Algo sabemos. Sabemos, por ejemplo, cómo dormir cuando el miedo acecha, cómo poner los pies en el frio gélido. Y sabemos que te conoceré en el lugar más lindo para olvidar. 
Allá, en el cielo, de celeste sueño, tus compañeros no son Saint-Exupery. Ustedes nos llaman por teléfono sólo para saber si estamos y prueban constantemente la fragilidad del equipo que se sostiene gracias a un montón de principios. Tu sonrisa es una operación aérea por lo amplia. Conservas la furia de siempre, tienes el amor y tienes lo nuestro.
Mi amor, si te gusta lo trágico, aquí tengo algo que te puede interesar. Sabes, pues, que en el amor todo es empezar (explota, explota, explota mi corazón).
Humor aeronáutico: María y Telameto suben a un taxi, ella sube en el asiento de adelante y Telameto en el trasero.

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