Porco Rosso parece ser el único (quizá yerro) protagonista adulto de las películas de Hayao Miyazaki. Y como no podía ser de otra manera, es un personaje solo, un héroe, un valiente. Un piloto de hidroaviones que limpia su corazón (¿y su mente?) en el aire y en el mar. Se las sabe todas y siempre hace lo mismo: las mujeres lindas y las sabanas blancas. El orgullo y el dinero. Pero lo lamenta. Salud por la amistad, dice.
No se sabe el porqué del hechizo, pero sí que se quita con un beso. Se sabe también que mejor ser un cerdo a un fascista (dicho esto último sin gritar pero con igual emoción).
“¿Por qué te sorprende? Tú no lo entiendes. Aquí la vida es mucha más complicada que en tu país. Existen distintos tipos de amor. Lo siento, vete a Hollywood tú solo”, le dice Gina al piloto gringo Curtis (agarren esa flor, pelagatos de Hollywood)
No siempre mueren los buenos, mi amor. El Adriático es parte de nuestro periplo.
No se sabe el porqué del hechizo, pero sí que se quita con un beso. Se sabe también que mejor ser un cerdo a un fascista (dicho esto último sin gritar pero con igual emoción).
“¿Por qué te sorprende? Tú no lo entiendes. Aquí la vida es mucha más complicada que en tu país. Existen distintos tipos de amor. Lo siento, vete a Hollywood tú solo”, le dice Gina al piloto gringo Curtis (agarren esa flor, pelagatos de Hollywood)
No siempre mueren los buenos, mi amor. El Adriático es parte de nuestro periplo.
Chason: Le temps des cerises (himno de la Comuna de París)
Porco Rosso (1992)
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